
GRACIAS MAMÁ
Tenía la respiración entrecortada, la carrera infatigable desde su casa hasta ese aterrador lugar la había dejado jadeante y aún las lágrimas resbalaban por su rostro. La chica levantó la cabeza para volver a ver aquel sombrío cartel que rezaba en rojas letras que para ellas se tornaban en sangre “Clínica abortiva”. Sus labios temblaron en un intento de reprimir un gemido y sintió como si una enorme aguja atravesara su estómago. El corazón le palpitaba a una velocidad vertiginosa hasta el punto de que la chica no podía escuchar más que sus latidos.
Una vez allí no supo que hacer, no encontraba el valor para entrar. Quiso apretarlos puños para infundirse coraje pero le faltaron las fuerzas.
Vio cerca de la puerta de entrada de la clínica a una muchacha no mucho mayor que ella y esto la animó a continuar. Avanzó hacia la que parecía una dudosa próxima víctima del aborto.
-No tienes por qué hacerlo.- dijo sin más buscando la mirada de la otra chica.
-¿tú qué sabrás? No puedes entenderlo… no me queda otra…
-Eso creía yo, y desde el día en que…- se detuvo incapaz de pronunciar palabra con aquel nudo en la garganta.- Escucha, hay otras opciones…puedes darlo en adopción, hay tantísima gente que daría lo que fuera por un hijo… cualquier cosa es mejor a abortar.
-Es fácil decirlo desde fuera. Pero mi madre se decepcionaría tanto, ¿y qué pensarían de mí, andando a mi edad con un barrigón?
-Yo creo que es mejor pensar que le vas a dar la vida a un niño que convertirte en asesina…
La chica no respondió, se quedó mirándola buscando un consuelo y ella la abrazó.
-¿Cómo te llamas? – quiso saber la todavía sollozante joven.
-Katie, ¿y tú?
-Yo soy Cindy
-Me gustaría ayudarte, yo he pasado por esto, en realidad lo sigo padeciendo… nunca me podré desprender de el atroz recuerdo. Dentro de aquella sala no solo dejé a un bebé…es como si hubiese perdido parte de mí y me parece que nunca podré recuperarla… Desearía poder salvarte de cometer un error del que difícilmente podrás perdonarte.- aseguró Katie con brillantes gotas saladas asomando por sus ojos.
Me siento mal, esto no tendría que haber pasado… estábamos en una fiesta, bebí más de la cuenta…- le temblaba la mano al decir aquello quizás atrapada en sus recuerdos.
-Tranquila- a Katie también le invadieron horribles recuerdos, pesadillas que atormentaban a la chica sin que ella pudiese luchar para evadirlas. De nuevo recreó como ella llegaba a la clínica; en el mostrador una mujer jovencísima que mascaba chicle le indicó que debía esperar, Katie tomó asiento en una de las sillas de la sala… una sala silenciosa cuyos ocupantes eran mujeres, algunas acompañadas por amigas quizás por un chico, nerviosas, preocupadas, prisioneras de su estado.
La joven del mostrador dijo en voz alta el nombre de Katie, aunque mal pronunciado, se diría que no le importaba en absoluto el destino de la chica…
A Katie le pidieron que pasara a través de una puerta blanca, cruzado el umbral ya no habría vuelta atrás. Enseguida le hicieron pasar a ver al doctor Schmuller, un psicólogo que le haría unas muy breves preguntas. En efecto la entrevista no duró mucho, el doctor le explicó que la intervención no tendría la menos importancia, que a los tres meses el embrión no estaba aún formado y que todo iría bien. Ella no estaba convencida pero eso no pareció importarle mucho al doctor quien le apremió a firmar el consentimiento y les dijo a unas enfermeras que la guiaran hasta el quirófano.
-¿Puedo hacerte una pregunta?- inquirió de pronto Cindy despertando a Katie de su espeluznante regreso al pasado.
-Sí, claro.
-¿Me acompañarías? No quiero hacer esto sola.
A Katie un escalofrío le recorrió la espalda, ¿volver ahí? Y encima para ser el soporte para que Cindy abortarse… imposible.
-No estarás sola, yo me quedaré contigo los nueve meses de embarazo, te ayudarñe en todo lo que pueda y…
-No, no…tengo que acabar con esto.
-Con lo único que acabarás ahí dentro es con tu hijo, no desaparecerá la angustia, se intensificará, no será menos el sufrimiento, se duplicará.
Cindy no supo como replicar, pensó detenidamente en lo que Katie acababa de decir levándose inconscientemente la mano a la barriga. Puede que tuviera razón, alomejor encontraba el valor suficiente para continuar.
-Anda, vámonos de aquí, tomemos un café. – propuso Katie con verdadera necesidad de alejarse de aquel lugar.
Llegaron a un pequeño bar de fachada descuidada pero aspecto acogedor. Un camarero extendía un mantel blanco sobre unas mesas. Esto le trajo a Katie a la memoria unas impecables sábanas blanca que se tiñeron después de sangre…El médico encargado de practicarle el aborto le hizo recostarse sobre las sábanas, un pinchazo y el terror… Katie suprimió el episodio en el que aspiraban al embrión para extraerlo del útero pero no puedo evadir la imagen que inundaba sus pesadillas ¡Ella pudo ver a su bebé! Sin ninguna delicadeza el médico cogió los pedazos del niño: sus diminutos bracitos, las piernas…no mostraba ningún síntoma de tristeza al envolver los restos de la criatura en una bolsa… después de aquello, silencio. Nadie lloró por su bebé, ni siquiera tuvo un nombre o destino mejor que la papelera.
Katie no pudo contener las lágrimas y éstas escaparon de sus ojos mientras le daba un sorbo a su cálido café. Cindy no lo notó pues estaba enfrascada en sus pensamientos mirando por la ventana.
-Haré lo que haga falta para ver a tu bebé nacer, crecer, sentir, reír, aprender… por ver a ese niño vivir.- declaró Katie con firmeza.
Cindy imaginó a un niño de cuatro añitos llamándola mamá… nerviosa se mordió las uñas.
-Tal vez se parezca a mi, tal vez descubra la amistad, que cumpla sus sueños y encuentre el amor, puede que sea feliz… ¿yo quién soy para impedirlo?
-Quizás un día te mire y te diga “Gracias mamá”.
Tenía la respiración entrecortada, la carrera infatigable desde su casa hasta ese aterrador lugar la había dejado jadeante y aún las lágrimas resbalaban por su rostro. La chica levantó la cabeza para volver a ver aquel sombrío cartel que rezaba en rojas letras que para ellas se tornaban en sangre “Clínica abortiva”. Sus labios temblaron en un intento de reprimir un gemido y sintió como si una enorme aguja atravesara su estómago. El corazón le palpitaba a una velocidad vertiginosa hasta el punto de que la chica no podía escuchar más que sus latidos.
Una vez allí no supo que hacer, no encontraba el valor para entrar. Quiso apretarlos puños para infundirse coraje pero le faltaron las fuerzas.
Vio cerca de la puerta de entrada de la clínica a una muchacha no mucho mayor que ella y esto la animó a continuar. Avanzó hacia la que parecía una dudosa próxima víctima del aborto.
-No tienes por qué hacerlo.- dijo sin más buscando la mirada de la otra chica.
-¿tú qué sabrás? No puedes entenderlo… no me queda otra…
-Eso creía yo, y desde el día en que…- se detuvo incapaz de pronunciar palabra con aquel nudo en la garganta.- Escucha, hay otras opciones…puedes darlo en adopción, hay tantísima gente que daría lo que fuera por un hijo… cualquier cosa es mejor a abortar.
-Es fácil decirlo desde fuera. Pero mi madre se decepcionaría tanto, ¿y qué pensarían de mí, andando a mi edad con un barrigón?
-Yo creo que es mejor pensar que le vas a dar la vida a un niño que convertirte en asesina…
La chica no respondió, se quedó mirándola buscando un consuelo y ella la abrazó.
-¿Cómo te llamas? – quiso saber la todavía sollozante joven.
-Katie, ¿y tú?
-Yo soy Cindy
-Me gustaría ayudarte, yo he pasado por esto, en realidad lo sigo padeciendo… nunca me podré desprender de el atroz recuerdo. Dentro de aquella sala no solo dejé a un bebé…es como si hubiese perdido parte de mí y me parece que nunca podré recuperarla… Desearía poder salvarte de cometer un error del que difícilmente podrás perdonarte.- aseguró Katie con brillantes gotas saladas asomando por sus ojos.
Me siento mal, esto no tendría que haber pasado… estábamos en una fiesta, bebí más de la cuenta…- le temblaba la mano al decir aquello quizás atrapada en sus recuerdos.
-Tranquila- a Katie también le invadieron horribles recuerdos, pesadillas que atormentaban a la chica sin que ella pudiese luchar para evadirlas. De nuevo recreó como ella llegaba a la clínica; en el mostrador una mujer jovencísima que mascaba chicle le indicó que debía esperar, Katie tomó asiento en una de las sillas de la sala… una sala silenciosa cuyos ocupantes eran mujeres, algunas acompañadas por amigas quizás por un chico, nerviosas, preocupadas, prisioneras de su estado.
La joven del mostrador dijo en voz alta el nombre de Katie, aunque mal pronunciado, se diría que no le importaba en absoluto el destino de la chica…
A Katie le pidieron que pasara a través de una puerta blanca, cruzado el umbral ya no habría vuelta atrás. Enseguida le hicieron pasar a ver al doctor Schmuller, un psicólogo que le haría unas muy breves preguntas. En efecto la entrevista no duró mucho, el doctor le explicó que la intervención no tendría la menos importancia, que a los tres meses el embrión no estaba aún formado y que todo iría bien. Ella no estaba convencida pero eso no pareció importarle mucho al doctor quien le apremió a firmar el consentimiento y les dijo a unas enfermeras que la guiaran hasta el quirófano.
-¿Puedo hacerte una pregunta?- inquirió de pronto Cindy despertando a Katie de su espeluznante regreso al pasado.
-Sí, claro.
-¿Me acompañarías? No quiero hacer esto sola.
A Katie un escalofrío le recorrió la espalda, ¿volver ahí? Y encima para ser el soporte para que Cindy abortarse… imposible.
-No estarás sola, yo me quedaré contigo los nueve meses de embarazo, te ayudarñe en todo lo que pueda y…
-No, no…tengo que acabar con esto.
-Con lo único que acabarás ahí dentro es con tu hijo, no desaparecerá la angustia, se intensificará, no será menos el sufrimiento, se duplicará.
Cindy no supo como replicar, pensó detenidamente en lo que Katie acababa de decir levándose inconscientemente la mano a la barriga. Puede que tuviera razón, alomejor encontraba el valor suficiente para continuar.
-Anda, vámonos de aquí, tomemos un café. – propuso Katie con verdadera necesidad de alejarse de aquel lugar.
Llegaron a un pequeño bar de fachada descuidada pero aspecto acogedor. Un camarero extendía un mantel blanco sobre unas mesas. Esto le trajo a Katie a la memoria unas impecables sábanas blanca que se tiñeron después de sangre…El médico encargado de practicarle el aborto le hizo recostarse sobre las sábanas, un pinchazo y el terror… Katie suprimió el episodio en el que aspiraban al embrión para extraerlo del útero pero no puedo evadir la imagen que inundaba sus pesadillas ¡Ella pudo ver a su bebé! Sin ninguna delicadeza el médico cogió los pedazos del niño: sus diminutos bracitos, las piernas…no mostraba ningún síntoma de tristeza al envolver los restos de la criatura en una bolsa… después de aquello, silencio. Nadie lloró por su bebé, ni siquiera tuvo un nombre o destino mejor que la papelera.
Katie no pudo contener las lágrimas y éstas escaparon de sus ojos mientras le daba un sorbo a su cálido café. Cindy no lo notó pues estaba enfrascada en sus pensamientos mirando por la ventana.
-Haré lo que haga falta para ver a tu bebé nacer, crecer, sentir, reír, aprender… por ver a ese niño vivir.- declaró Katie con firmeza.
Cindy imaginó a un niño de cuatro añitos llamándola mamá… nerviosa se mordió las uñas.
-Tal vez se parezca a mi, tal vez descubra la amistad, que cumpla sus sueños y encuentre el amor, puede que sea feliz… ¿yo quién soy para impedirlo?
-Quizás un día te mire y te diga “Gracias mamá”.
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